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Mostrando las entradas de septiembre, 2020

YO

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      YO      A veces, como a casi todos los humanos,  el mundo me aplasta y necesito escapar...       Entonces miro el cielo, sola, y busco las estrellas más lejanas...  y las veo temblar en esa inmensidad, tan lejos... y me digo:  "Ojalá no les pase lo que a mi y sea de frío y no de soledad que tiemblan...".  © Isabel Hernández Tibau 26 de setiembre de 2 014

OBRAS DE LA VIDA

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     Imagen de Kimberly Stokes en Pixabay OBRAS DE LA VIDA      Estoy pensando... que mi ventana es como un escenario donde se representan diferentes obras cada día... La autora: La Vida. Hoy se representa "Lucha por permanecer".      Actores: El Sol, El Viento, Las Nubes, El frío... Las Plantas... y El Humano.      Media mañana y vamos en el acto tercero... No ha variado mucho de los anteriores. Las Nubes siguen corriendo de acá para allá nerviosas. El sol trata de escaparle y por momentos lo logra.      El primer actor, El Viento, no da tregua y arremete ¡contra todo! Barre Las Nubes de acá para allá y ellas se ríen... Vuelven.      Las Plantas en lucha, se retuercen al antojo de El Viento, se humillan agachando sus ramas pero al instante se yerguen dignas... Pierden algunas hojas... El rosal llora sus apenas nacidas rosas que se deshacen en sólo un tenue perfume...      La obra está llegando a su fin. Último acto: una actriz olvidada... La Lluvia!!! No soportaba la cont

CIELO

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    CIELO Mi ventana... El ojo por el que veo el cielo azul. Pasa una nube blanca...  Parece un corderito,  ahora un ave,  y ahora... un ángel!!!  © Isabel Hernández Tibau

Fragmento del cuento "Rudecindo", del libro "Gorriones de la Plaza"

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     Fragmento del cuento  "RUDECINDO" Del libro "Gorriones de la Plaza"      La vida escribe sus propias historias y a veces nos pone de protagonistas sin pedirnos permiso.      Aquí estoy yo. Me separé del grupo de amigos con los que vine a este lugar a pasar el fin de semana.      -Es una estancia turística ¡pre-cio-sa! -me dijeron. Y yo que estaba precisando un poco de descanso, acepté.      Cuando íbamos llegando reconocí el lugar: ¡la estancia de Olazábal!      Bueno, estaba muy cambiada. Ya no era aquella construcción rústica; ahora para empezar tenía tejas, ventanales y la puerta de entrada se había convertido en una arcada amplia con una puerta de madera con molduras.      El entorno tampoco era el original. El aljibe había sido recubierto con azulejos. El patio estaba lleno de plantas y arbustos y a un costado, donde antes había unos galpones, ahora había una piscina. Todo muy lindo, pero yo tenía demasiado grabada aquella otra estancia donde de niña había