…EN EL CLUB CONCORDIA A LAS 19:00 Hs.

 


…EN EL CLUB CONCORDIA A LAS 19:00 Hs. 


      Nueve de la mañana.
    Recién terminaba de desayunar y ya mi tía me estaba diciendo: –Vamos, vamos, sin pereza que se va la hora…-.
    Es que yo estudiaba piano con mis dos tías: Teresita (Tití, que era quien me estaba apurando, y tía Nelly que era concertista y pasaba el día practicando las obras de su próximo concierto. Yo tenía el piano para mí de nueve a doce. Luego almorzaba y salía apurada para la escuela.
    Me gustaba mucho tocar el piano y por eso no me costaba levantarme temprano.
    Día tras día aprendía y practicaba. Quería llegar a tocar como tía Nelly.
   Unos meses después, tres de sus alumnas daríamos una audición de piano y estábamos muy entusiasmadas, pero también bastante nerviositas…
    ¡Llegó el día!!
    Se habían repartido las invitaciones y estaba todo pronto.
   Un buen rato antes de la hora estábamos con nuestros vestidos nuevos y demás,  preparadas para salir al escenario donde habían puesto el piano y tres canastas con flores. Rosas.
    Espiábamos por unos agujeritos que tenía el telón de terciopelo bordeau y veíamos cómo se iban ocupando las butacas… ¡y se llenó la sala!
    A la hora exacta, tía Nelly nos calmó un poco y nos dijo:
   -Bueno, ahora van a mostrar lo que aprendieron y lo van a hacer muy bien, ¡porque estudiaron mucho!
    Me agarró de la mano y me acercó a la salida al escenario. Como yo era la más chica, me tocaba ser la primera, ya que la dificultad de lo que tocaríamos iría en aumento con el tiempo de estudio que tuviéramos.
    Caminé por el escenario hasta llegar al piano, saludé inclinándome un poquito y me senté, no sin antes acomodar mi vestido ¡tan bonito!
    Me apreté las manos una con otra, suspiré y me dije para adentro:
    -¡Ahora voy a tocar como tía Nelly!
Una tras otra fueron pasando las obras del programa y con cada una me aplaudían y yo iba sintiéndome más tranquila… hasta que llegué al final de mi parte.
    La gente me aplaudía mucho y yo me levanté, caminé dos pasos, me incliné dos o tres veces (todo esto lo habíamos ensayado antes en casa) y salí del escenario oyendo todavía los aplausos.
    Tía Nelly estaba muy contenta y también Tití y ni decir mi abuela que se emocionó y dejó correr alguna lagrimita.
    Las tres alumnas pasamos muy bien aquella prueba y todas estábamos felices de que les hubiera gustado.
    Fue en ese momento, cuando ya no quedaban más que unas pocas personas, que me fui de nuevo al escenario, despacito, me paré en el medio y de frente a las butacas, recorrí con los ojos ¡todo!
    Las paredes, la puerta, la parte de arriba, donde también había habido gente.
    Algunas personas estaban aún conversando en la puerta de entrada. Giré, miré el piano, me acerqué. Aún tenía la tapa del teclado levantada y pasé la mano todo a lo largo, tecla por tecla y sentí cariño, mucho cariño… ¡por todo!
    Me sonreí y fui hasta los tres canastos de flores que habían adornado el escenario, y saqué una rosa de cada uno…para darle una a mi abuela, otra a tía Nelly y otra a Tití.
    El Club Concordia me había abierto sus brazos para hacerme realidad mi sueño chiquito, que también guardo en mi memoria y mi corazón, envuelto en un riquísimo perfume de tres rosas, una con tres lagrimitas…


© Isabel Hernández Tibau

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